EL
QUIRQUINCHO MÚSICO
Por Emanuel , Leonel y Lucio
Aquel
quirquincho viejo, nacido en un arenal de Oruro, acostumbraba pasarse
horas de horas echado junto a una grieta de la peña donde el viento
cantaba eternamente. El animalito tenía una afición musical
innegable. ¡Cómo se deleitaba cuando oía cantar a las ranas en las
noches de lluvia! Los pequeños ojos se le ponían húmedos de
emoción y se acercaba, arrastrando su caparazón, hasta el charco,
donde las verdes cantantes ofrecían su concierto.
-¡Oh,
si yo pudiera cantar así, sería el animal más feliz del altiplano!
- exclamaba el quirquincho, mientras las escuchaba extasiado.
Las
ranas no se conmovían por la devota admiración que les tenía el
quirquincho sino que, más bien, se burlaban de él.
-Aunque
nos vengas a escuchar todas las noches hasta el fin de tu vida, jamás
aprenderás nuestro canto, porque eres muy tonto.
El
pobre quirquincho, que era humilde y resignado, no se ofendía por
tales palabras, dichas en un lenguaje tan musical, como suele ser el
de las ranas. El sólo se deleitaba con la armonía de la voz y no
comprendía el insulto que ella encerraba.
Un
día creyó enloquecer de alegría, cuando unos canarios pasaron
cantando en una jaula que conducía un hombre. ¡Qué deliciosos
sonidos! Aquellos pajaritos amarillos y luminosos, como caídos del
Sol, lo conmovieron hasta lo más hondo... Sin que el jaulero se
diera cuenta, lo siguió, arrastrándose por la arena, durante leguas
y leguas.
Las
ranas que habían escuchado, embelesadas, el canto, salieron a orilla
de la laguna y vieron pasar a los divinos prisioneros que
revoloteaban en las jaulas.
-Estos
cantores son de nuestra familia, pues los canarios son sólo sapos
con alas -dijeron las muy vanidosas y agregaron- : Pero nosotras
cantamos mucho mejor. -Y reanudaron su concierto interrumpido.
-¡Chist...
Esperen! -dijo una de ellas-. Miren al tonto del quirquincho. Se va
tras las jaulas. Ahora pensará aprender a trinar como un canario...
ja... ja... ja...
El
quirquincho siguió corriendo y corriendo tras el hombre de las
jaulas, hasta que las patitas se le iban acabando, de tanto rasparlas
en la arena.
-Qué
desgracia! ¡No puedo caminar más y los músicos se van! -Allí se
quedó tirado hasta que el último trino mágico se perdió a lo
lejos... Ya era de noche cuando regresaba a su casa. Y al pasar cerca
de la choza de Sebastián Mamani, el hechicero, tuvo la idea de
visitarlo, para hacerle un extraño pedido.
-Compadre,
tú que todo lo puedes, enséñame a cantar como los canarios -le
dijo llorando.
Cualquier
persona que no fuera el hechicero se hubiera reído a carcajadas del
quirquincho, pero Sebastián Mamani puso la cara seria y repuso:
-Yo
puedo enseñarte a cantar mejor que los canarios, que las ranas y que
los grillos, pero tienes que pagar la enseñanza... con tu vida.
-Acepto
todo, pero enséñame a cantar.
-Convenido.
Cantarás desde mañana, pero esta noche perderás la vida.
-¡Cómo!...
¿Cantaré después de muerto?
-Así
es.
Al
día siguiente, el quirquincho amaneció cantando, con voz
maravillosa, en las manos del mago. Cuando éste pasaba, poco más
tarde, por el charco de las ranas, se quedaron mudas de asombro.
-¡Vengan
todas! ¡Qué milagro! ¡El quirquincho aprendió a cantar!...
-¡Canta
mejor que nosotras!...
-¡Y
mejor que los pájaros!...
-¡Y
mejor que los grillos!...
-¡Es
el mejor del mundo!...
Y,
muertas de envidia, siguieron a saltos tras del quirquincho que,
convertido en charango se desgranaba en sonidos musicales. Lo que
ellas ignoraban era que nuestro pobre amigo, como todo gran artista,
había dado la vida por el arte.
Notas:
El quirquincho es un armadillo que habita en el Altiplano de Bolivia.
El quirquincho es un armadillo que habita en el Altiplano de Bolivia.
El
charango es un instrumento musical de cuerdas que se fabrica
originariamente con la caparazón del quirquincho
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