martes, 22 de abril de 2014

El coquena, una leyenda que nació en la Puna

                                                                       

El Coquena

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Habita en la zona de la puna (Salta y Jujuy) y se aparece a los pastores y a los cazadores de vicuñas que cazan con armas de fuego.
Se dice que es un hombrecito retacón, de cara blanca y con barba. Según E. Bossi es lindo, elegante, lleva un sombrero ovejón y usa ropa tejida con lana, pantalón de barracán, camisita de lienzo y un collar de víboras relumbrando, calza sus pies con ojotitas con clavos de plata.
Cambia su poncho todos los años para el carnaval y lo entierra, al viejo, en donde tiene su tesoro escondido.
Es el patrón de los animales del campo y de los cerros. Sólo permite que cacen por necesidad y a la vieja usanza (rodeando las tropas con hilos y trapos colorados y boleándolas).
Para pedirle permiso a Coquena, hay que dejarle ofrendas.
El señor Marcelo Mirabal, de Jujuy, nos acerca un complemento a lo anteriormente dicho del Coquena: es el hijo de la Madre Tierra, Pachamama, llamado también el mago coquena, guardián de las majadas, tropero de las nubes, tejedor de brumas y nieves, sembrador de tormentas, duende de abras y bosques, tata de los cerros, músico de arroyos y ríos.
El Coquena es considerado como la divinidad protectora de las vicuñas, guanacos y que se hace extensiva a toda la fauna silvestre, actualmente se encuentra vigente en los ámbitos de Puna y Quebrada.
Los indios de la Puna y de la Quebrada creen en un personaje mítico, “Coquena”. Es el amo y el propietario de las vicuñas y de los guanacos. En esto se distingue de la Pachamama, que tiene también una cierta influencia sobre la caza de la Cordillera, pero sólo por ser la madre benevolente de la tierra, de los animales y sobre todo, de los hombres.
Coquena es un ser al que los indios llaman tanto El Coquena como La Coquena. Ha nacido de la tierra y no tiene padre, ni madre. Es muy pequeño y se viste enteramente con telas de lana de vicuña: pantalón ancho adornado con oro, poncho y galera, ésta de alas muy anchas y también de lana de vicuña. Coquena se pasea durante la noche, sobre todo, siempre conduciendo una tropa de vicuñas cargadas de plata y de oro. Las correas con que se atan las cargas en el lomo de las vicuñas son víboras vivas. Cuando un hombre lo ve, Coquena desaparece, pues no es más que un aire o espíritu. Las cargas de plata desaparecen también y quedan las vicuñas solas, pero se reconocen las vicuñas de Coquena porque tienen el lomo, en donde estuvo colocada la carga, mojado de sudor.
Un encuentro con Coquena en el camino es siempre funesto, pero no siempre es presagio de muerte o de desgracia mayor. No pasa lo mismo si Coquena aparece delante de un indio ocupado en cazar “su ganado”, las vicuñas, sobre todo si no las caza para calmar su hambre, sino que las mata en gran cantidad para vender sus cueros. Entonces sucede que Coquena mata al cazador o lo castiga severamente de otro modo. A veces la sola aparición de Coquena es suficiente para que el cazador caiga muerto en el mismo lugar en donde lo encontró. Sobre estos castigos de Coquena hay muchas anécdotas.
COQUENA 

Cazando vicuñas anduve en los cerros
Heridas de bala se escaparon dos.
- No caces vicuñas con armas de fuego ;
Coquena se enoja, - me dijo un pastor.
- ¿Por qué no pillarlas a la usanza vieja,
cercando la hoyada con hilo punzó ?
- ¿Para qué matarlas, si sólo codicias
para tus vestidos el fino vellón ?
- No caces vicuñas con armas de fuego,
Coquena se venga, - te lo digo yo
¿No viste en las mansas pupilas obscuras
brillar la serena mirada del dios ?
- ¿Tú viste a Coquena ? - Yo nunca lo vide,
pero si mi agüelo, - repuso el pastor ;
una vez oíle silbar solamente
y en unos tolares, como a la oración.
Coquena es enano ; de vicuña lleva
sombrero, escarpines, casaca y calzón,
gasta diminutas ojotas de duende,
y diz que es de cholo la cara del dios.
De todo ganado que pace en los cerros
Coquena es oculto, celoso pastor ;
Si ves a lo lejos moverse las tropas,
es porque invisible las arrea el dios.
Y es él quien se roba de noche las llamas
cuando con exceso las carga el patrón.
 

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