Se dice que en el monte vive un hombrecillo de solo un metro de estatura, de cabellos dorados, músculos bien trabajados y con los pies apuntando a la espalda, lleva consigo siempre un bastón de oro blanco y amarillo. De naturaleza juguetona, va silbando de aquí para allá el cantito que entona su nombre: Yací Yateré.
Hay quienes afirman que busca desesperado compañía, que ofrendándole cigarros y caña se hace tu amigo y te cuida; pero si llegas a ofenderlo se pone sumamente agresivo. Otros dicen que pierde a la gente en el monte y nunca mas los volves a ver, en cambio, a los niños los atrae con su silbido llevándolos a la profundidad del bosque. Algunas versiones dicen que una vez en el bosque el Yací Yateré adopta estos niños como propios y les enseña su oficio para que crezcan como él, pero si escapan y cuentan lo que vieron se vuelven locos; otras, hablan de que los ata en el tronco de un árbol y los azota para luego abandonarlos allí. Con las mujeres y las niñas, ambas versiones coinciden en que las rapta y las viola para que luego éstas sean las madres de los futuros Yací Yateré (generalmente busca rubias).
Don Alegre nos contó, que no hace mas de cuatro años cuando vivía en el club, tuvo su primer contacto con el duende Yací.
Resulta que Don Alegre tenía un potrillo al cual ataban con soga cuando empezaba a anochecer para que no se escapara. A la mañana siguiente cuando iban a desatar al potrillo, se encontraban con que el potrillo estaba galopando libre por el club y la soga aparecía bien enrolladita al fondo de la piscina. Así pasaron los días hasta que Don Alegre decidió buscar el porque. Esa noche ato al potrillo como lo hacia todas las noches e hizo como que se iba a su casa, pero se escondió cerca para ver quien desataba al potrillo. De pronto le pareció ver a un niñito rubio que se acercaba lo mas feliz hacia el animal, mas de cerca distinguió que el niñito rubio resulto ser un hombre pequeño con sombrero puntiagudo, desnudo y con un bastón amarillo y blanco en la mano, que desató al potrillo, enrollo la cuerda con la que estaba atado, la tiro a lo mas profundo de la piscina y se dispuso a montar al potrillo por todo el parque. Anonadado Don Alegre permaneció allí, sin poder moverse, hasta que de pronto el hombrecillo salto del caballo y se esfumo en el monte. Noches mas tarde mientras Don Alegre hacia su guardia escucho el silbido del Yací a lo lejos, despreocupado por la distancia siguió su recorrido hasta que de pronto el Yací le silbo al oído, cuando reaccionó... ya no había nada ni nadie cerca.
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